Sin embargo, la derrota es inevitable.
El modelo de belleza que nos vende la publicidad está basado en la perfección. Las mujeres en los anuncios no tienen líneas de expresión ni arrugas, ciertamente no tienen cicatrices ni granos y, de hecho, no tienen ni poros.
Las niñas beben este mensaje de perfección desde una edad cada vez más temprana. Necesitan ser no sólo bellas, sino increíblemente delgadas, atractivas y sexuales. Pero a la vez, reciben el mensaje de que están condenadas a la derrota. Las niñas se sienten a gusto con sus cuerpos cuando tienen 8, 9, 10 años… pero unos años más tarde, en cuanto alcancen la pubertad, se darán de bruces con la cruda realidad. Una realidad que les impondrá un modelo de perfección física inalcanzable.
La
actriz Keira Knightley en el cartel de la película El Rey Arturo, antes
(izda) y después (dcha) de ser retocada con Photoshop. Véase como le ha
desaparecido la cintura y, sin embargo, le ha aparecido un generoso
pecho.
La pregunta es, ¿qué podemos hacer con respecto a esta situación? Lo primero es darnos cuenta que esta realidad existe, prestar atención y aceptar que nos afecta a todo el mundo.
Esta obsesión con la belleza, la perfección, la extremada delgadez es un problema de salud pública que sólo podrá resolverse cambiando el entorno que nos rodea y esclaviza.
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