Miles de mujeres son objeto de un tráfico mercantil, en el que se prostituye a la fuerza. La prostitución no se elige, se soporta para salir de la pobreza, para poder emigrar, para poder vivir. Quienes caen en las redes de los tratantes, sufren la explotación sexual, con abusos y violencias de todo tipo (coacciones y amenazas de muerte para ellas o sus familias, vejaciones, abusos sexuales, y un largo y escalofriante etc), perdiendo sus derechos más básicos, como la libertad, la seguridad y el derecho a vivir sin ser objeto de dichas violencias.
Hace un par de siglos, los explotadores recorrían la costa africana llevándose esclavos a América. Hoy, son intermediarios de los proxenetas que recorren los pueblos de Rumanía, Nigeria, Brasil, etc, buscando jóvenes mujeres. ¿Hay mucha diferencia? No, lo aceptamos porque lo utilizamos. No nos escandaliza porque somos nosotros quienes demandamos esa oferta que nos facilitan las mafias del sexo.
Autor: Equipo de Coordinación, Programa de Atención Integral a la Mujer Daniela
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