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jueves, 16 de mayo de 2013

Catedráticas del hogar


¿Hay algo más deshonroso hoy en día que estar casado con una mujer que “no trabaja”?

Por ejemplo, Rosa

Hace calceta, hila lana, va a clase de arte dos veces a la semana y actualmente está confeccionando un tapiz de dos metros que ha diseñado ella misma para el salón. También se afana en preparar unas cien comidas por semana, plancha una docena de camisas, friega y encera el suelo, pasea al perro e invita a cenar a sus suegros una vez por semana.

Pero “no trabaja”.

Le toca comprobar la temperatura de al menos dos frentes por semana (para ver si hay fiebre), revisa tantos deberes que podría sacarse una carrera en la Universidad de Deusto, lleva el presupuesto familiar, encuentra cosas en el desván que ningún ser humano podría encontrar, le recuerda a Ramón que se peine todas las mañanas, anima a Belén cuando le sale un grano en la cara y restaura muebles.

Hace las compras, localiza las ofertas, lava la ropa deportiva, le sigue la pista a la ropa interior de todo el mundo, contesta la correspondencia familiar, se asegura de que nadie pierda un anillo por el desagüe del baño y se ocupa de los problemas médicos pocos graves.

Pero “no trabaja”.

Corta el pelo, limpia el filtro del horno, le corta las uñas al perro, enseña a bailar el vals a los miembros masculinos de la familia, pasa la aspiradora, pone golosinas junto con el almuerzo para sorprender a los niños a mediodía, cuelga los abrigos, frota los pies cuando se quedan fríos, hace reír cuando hace falta y también cuando no, quita astillas, da consejos sobre cómo echarse sombra en los ojos, anuncia si es día de lluvia y archiva las fotografías familiares.

No deja que nadie salga de casa sin un beso; arropa a Belén en la cama todas las noches (a pesar de que tiene catorce años y es casi tan alta como su madre); se sabe los teléfonos de toda la familia y amigos, cambia de sitio los sofás; escucha con solemnidad cuando algún miembro de la familia declara que va a ser bombero, un atleta famoso o un extraordinario abogado. Pero, ¿y trabajar? Me temo que no.

Rosa alarga los bajos a los vaqueros, hace arreglos de fontanería, se acuerda de preparar espaguetis dos veces a la semana, guarda montones de recortes de periódico, hace yoga cada mañana para mantener la línea y la paciencia, le explica pacientemente a Ramón por qué no puede llevar la misma camisa 18 días seguidos y fabrica ella misma las tarjetas de navidad.

Rosa no va a ninguna oficina, no hace intervenciones de neurocirugía, no conduce un camión, no pertenece a ningún sindicato, no mecanografía cartas, no vende ropa, no presenta ningún problema de la tele y ni siquiera se dedica a la lucha libre.

Resumiendo, “no trabaja”.

Es muy común, que cuando se les pregunta a mujeres en qué trabaja, respondan, No trabajo, desvalorizando todo el trabajo real que realizan las 24 horas del día, los siete días de la semana, los 365 días del año en sus casas.

No desvalorices todo lo que haces, con la simple frase Yo no trabajo, porque tu trabajo es muy valioso e importante.

*Tomado de Sopa de Pollo y adaptado por Harituz.

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