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sábado, 27 de julio de 2013

Lirios dorados, tierno sauce joven

pies vendadosSu mayor atractivo eran sus pies vendados, que en chino se denominaban ”lirios dorados de ocho centímetros“. Ello quería decir que caminaba “como un  tierno sauce joven agitado por la brisa de primavera“, cual solían decir los especialistas chinos en belleza femenina.
Se suponía que la imagen de una mujer tambaleándose sobre sus pies vendados ejercía un efecto erótico sobre los hombres… Los pies de mi abuela habían sido vendados cuando tenía dos años de edad. Su madre, quien también llevaba los pies vendados, comenzó por atar en torno a sus pies una cinta de tela de unos seis metros de longitud, doblándole todos los dedos -a excepción del más grueso- bajo la planta. A continuación depositó sobre ellos una piedra de grandes dimensiones para aplastar el arco del pie. Mi abuela gritó de dolor, suplicándole que se detuviera, a lo que su madre respondió embutiéndole un trozo de tela en la boca.
Tras ello, mi abuela se desmayó varias veces a causa del dolor. El proceso duró varios años. Incluso una vez rotos los huesos, los pies tenían que ser vendados día y noche con un grueso tejido debido a que intentaban recobrar su forma original tan pronto como se sentían liberados. Durante años, mi abuela vivió sometida a un dolor atroz e interminable. Cuando rogaba a su madre que la liberara de las ataduras, ésta rompía en sollozos y le explicaba
que  unos pies sin vendar destrozarían su vida entera y que lo hacía por su propia felicidad. En aquellos días, cuando una muchacha contraía matrimonio, lo primero que hacía la familia del novio era examinar sus pies… si los pies medían  más de diez centímetros… la suegra… con un brusco gesto de desprecio partía dejando a la novia expuesta a la mirada de censura de los invitados, quienes posaban la mirada en sus pies y murmuraban insultantes frases de desdén. En ocasiones, alguna madre se apiadaba de su hija y retiraba las vendas; sin embargo, cuando la muchacha crecía y se veía obligada a soportar el desprecio de la familia de su esposo y la desaprobación de la sociedad, solía reprochar a su madre el haber sido demasiado débil… No sólo se consideraba erótica la imagen de las mujeres cojeando sobre sus diminutos pies, sino que los hombres se excitaban jugando con los mismos… Las mujeres no podían quitarse la venda ni siquiera cuando  ya eran adultas, pues en tal caso sus pies no tardaban en crecer de nuevo… Los hombres rara vez veían desnudos unos pies vendados, pues solían aparecer cubiertos de carne descompuesta y despedían una fuerte pestilencia.
De niña, recuerdo a mi abuela constantemente dolorida. Cuando regresábamos a casa después de hacer la compra, lo primero que hacía era sumergir los pies en una palangana de agua caliente al tiempo que exhalaba un suspiro de alivio. A continuación, procedía a recortarse los trozos de piel muerta. El dolor no sólo era causado por la rotura de los huesos, sino también por las uñas al incrustarse en la planta del pie.
Esta es la verdad que se esconde detrás de lo que los poetas chinos llamaban tierno sauce joven agitado por la brisa de primavera.”
Jung Chang, Cisnes Salvajes, Circe, Barcelona 1993 citado por C. Rodrigañez, A. Cachafeiro, La represión de deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente

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