El Telefono de la Esperanza de Gipuzkoa TEG
El teléfono suena un día más en la oficina de la calle Arrasate, en San Sebastián, sede del Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa. La persona al otro lado del auricular espera encontrar un oído amigo con el que poder desahogarse. Los desencuentros amorosos, los conflictos familiares, las separaciones y divorcios, y en general la soledad en todas sus variantes, son el principal factor que impulsa a los ciudadanos a ponerse en contacto con el 900 840 845, el Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa (TEG).
Desde que en 2006 se pusiera en marcha la campaña para dar a conocer esta línea -la única gratuita en toda España y que por tanto no queda reflejada en la factura telefónica-, los responsables del TEG han notado un aumento significativo de las llamadas. Este incremento ha alcanzado su cima con más de 50.000 llamadas desde que el teléfono está en funcionamiento.
Como asociación, el TEG se nutre de fondos procedentes del Gobierno Vasco, contribuciones de socios y pequeños acuerdos con diferentes ayuntamientos, además del convenio firmado con la Diputación, con la que mantiene una estrecha relación. Estas cantidades suman lo suficiente para sufragar las facturas telefónicas, que suponen mensualmente un gasto muy potente.
Debido a la gratuidad de la línea, que pone de manifiesto el anonimato, uno de los principales pilares del Teléfono de la Esperanza, se registran llamadas procedentes de fuera de Gipuzkoa. «El 25% de las llamadas que recibimos son de personas de fuera», afirma Lorena Pidal, directora del TEG. «Las atendemos porque consideramos que debemos ayudar a todo el mundo, pero intentamos dar prioridad a las personas del territorio guipuzcoano».
En porcentaje, más del 50% de dichas llamadas corresponden a personas afectadas por la soledad y la incomunicación, muchas de ellas ahogadas por el estrés o la ansiedad. Aunque las cifras son equiparables, el interlocutor femenino se impone frente al masculino, mientras que la franja de edad sobresaliente es la correspondiente a los adultos entre 41 y 60 años.
El número de solteros, los principales usuarios de las líneas del Teléfono de la Esperanza, ha experimentado un ligero descenso respecto al último informe realizado en noviembre de 2011, en el que se observó un incremento del 10% en las llamadas registradas en relación al año anterior. La directora afirma desconocer el motivo de este moderado declive, pues al mantener una conversación bajo el más estricto anonimato, «no manejamos el 100% de los datos». A contrapartida, la tipología de personas separadas y divorciadas se ha incrementado, aunque Pidal reconoce que no se trata de un dato muy significativo, al igual que las llamadas de personas que piensan en el suicidio, que son «situaciones de extrema gravedad que recibimos como máximo una o dos veces al año».
La crisis como añadido
El cupo de voluntarios está actualmente cubierto. Con la incorporación de ocho personas, se cuenta aproximadamente con cuarenta colaboradores, que en palabras de Pidal, es un número «suficiente, pues subir de ahí podría ser frustrante para algunos de ellos, que quieran hacer más turnos o involucrarse más». Aunque el perfil del escucha no está estrictamente definido, se trata de personas mayores de 40 años que puedan, quieran y estén dispuestos a invertir su tiempo. «El curso de formación de los escuchas es muy potente, hay una inversión de tiempo muy grande y lo único que exigimos a cambio es que el voluntario se quede al menos un par de años con nosotros», apunta la directora.
Frente a la creencia generalizada de que la crisis es la causa de la mayoría de las llamadas, Pidal se apresura a precisar que la coyuntura económica no es la principal. «Los llamantes contactan con nosotros por otros motivos como los conflictos afectivos o la inestabilidad en la familia. Posteriormente desgranan otros temas relacionados con la crisis, como la pérdida de empleo, las dificultades para encontrar un trabajo, etcétera, pero recalcaría que la fuente principal es el desahogo de los problemas emocionales, aunque luego se añadan daños colaterales derivados de la crisis».
La crisis tampoco parece haber afectado al TEG como asociación. La política adoptada desde el año 2005, mediante la cual intentan ampliar su presencia en toda Gipuzkoa, ha permitido establecer lazos o «pequeños convenios» con ayuntamientos de diferentes localidades. De tres en 2005, hoy son 17 los consistorios que colaboran con el Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa. «Afortunadamente no hemos tenido ningún tipo de recorte u omisión de ayudas», comenta Pidal, quien ve esta integración en todo el territorio como objetivo fundamental a corto plazo.
Independientes de la organización central, que junto con otros centros está federada y su funcionamiento depende de los fondos europeos, el TEG funciona con una filosofía propia basada en la «compañía, confianza, intimidad, comprensión, confidencialidad y tiempo». La base de la terapia que los voluntarios realizan se basa en la escucha activa, proporcionando a los llamantes el apoyo de una «voz amiga» que les ayude a «poner nombre y orden a su caos interno».
«Delante de un espejo»
La recompensa a todo el trabajo no siempre es evidente, aunque se han dado casos en los que antiguos afectados han llamado de nuevo a los escuchas para agradecerles su ayuda. «En cierto modo es una situación de bienestar para el equipo, aunque no es lo que buscamos, porque no prestamos nuestro servicio para que nos den las gracias, lo hacemos de manera desinteresada», señala Pidal.
«Al final nuestro trabajo consiste en poner a las personas delante de un espejo, que verbalicen lo que sienten para poder dar así pasos hacia delante».
Curioso es también el caso de actuales voluntarios que en su día estuvieron al otro lado del teléfono buscando a alguien que escuchara sus problemas y que, tras superar su situación, decidieron convertirse en escuchas.
En relación con las nuevas tecnologías, Pidal asegura que los blogs o páginas web de ayuda pueden generar desconcierto o miedo «porque la impulsividad a la hora de comunicar puede hacer que los mensajes se malinterpreten o que no se reciba la ayuda deseada, lo que puede frustrar aún más». Desde el TEG creen en la utilidad de la tecnología como herramienta de promoción y comunicación sobre los servicios que presta el Teléfono de la Esperanza, pero desde la experiencia apuntan que lo necesario es la inmediatez y la profesionalidad. «Nosotros seguiremos apostando por la cercanía, la voz, que es muy importante, y el uso de las nuevas tecnologías usadas con mucha cautela». El teléfono continuará sonando.
Teléfono: 900 840 845 (No queda reflejado en la factura telefónica)
Horario:
De lunes a viernes,
de 9.30 a 13.00 y de 16.00 a 21.00.
Los sábados, de 9.30 a 13.00 y de 17.00 a 20.00.
Domingos y festivos, de 17.00 a 20.00 horas.
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