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miércoles, 19 de junio de 2013

El nunca me pegó




Un día escuché en una charla que no existen diferencias entre los maltratadores psicológicos y los que ejercen la violencia física. Que son lo mismo, lo que pasa es que unos lo hacen “tan bien” que no necesitan pegar.
Y este era uno de esos. Me convenció de que necesitaba su permiso para vivir, y me pasé todo el tiempo buscando su aprobación, pero nunca la encontré.
Me convenció de que estaba gorda, y me pasé toda la relación a dieta, corriendo, nadando, en bici, persiguiendo estar tan delgada como para parecérselo, aunque estaba muchos kilos por debajo de mi peso habitual.
Me convenció de que mis amigas eran una mala influencia, y rompí todos los lazos con las personas que me querían, que me podrían haber advertido de que no estaba bien, de que esa relación no me sentaba bien.
Me convenció de que era mejor trabajar en casa, y probé con el teletrabajo para no tener que separarme cada mañana de él, sobre todo para que no me perdiera de vista.
Me convenció de que todos los hombres querían acostarse conmigo, y de que yo lo provocaba y disfrutaba con ello, y reduje mi contacto con otros hombres a aquellos a los que él daba su aprobación. Osea, a ningún otro.
Me convenció de que todas las evidencias de que se acostaba con otras mujeres eran inventos míos, paranoias de mujer infiel que cree que todas estamos esperando a que se nos deje de vigilar para lanzarnos a los brazos del primero que pase.
Me convenció de que el amor se demuestra en la cama, accediendo siempre y a todo, sin que haya espacio para la ternura y el deseo propio -o la falta de él-.
Me levantó la mano varias veces, pero nunca me pegó. Me insultó muchas más, pero nunca me pegó.
Y así, me exprimió la autoestima y la voluntad, y me olvidé de lo que yo quería, de lo que me hacía feliz, y terminé creyendo que le necesitaba para vivir.
Me convenció de que necesitaba que me cuidara, y, resulta, que vivo mucho mejor desde que me deshice de él.
Después de él he aprendido mucho. De mí, de lo que quiero, de lo que deseo, de lo que necesito. Y de lo que no. Pero no me hubiera importado ahorrarme el aprendizaje.
Mi venganza es hacer lo que pueda para ahorrarle ese aprendizaje a otras.

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