HARITUZ quiere dar las gracias a todas y todos los que nos han seguido a través de nuestro blog, son más de 6.000 entradas desde su creación en febrero de este año.
¡¡2013, 2014 qué importa, la vida sigue con sus alti-bajos!!
El paso de un año a otro, es sobre todo para la mayoría de nosotros la ocasión de disfrutar de las fiestas, de proyectar un nuevo empiece o la realización de un proyecto...
Pero lo importante no está en la continuidad de nuestras buenas acciones hacia los que representan nuestro entorno, si no hacia uno mismo.
En fin, es el orgullo de haber cumplido o de haber
puesto en marcha una decisión, una elección que nos
ha permitido sentirnos mejor, de crecer o de avanzar
en nuestra propia existencia.
Que este nuevo año os aporten toda la energía para
la realización de lo que más deseéis.
Seáis todas y todos maravillosas/os.
Urte berri on!
Liu Jianle esboza una sonrisa mientras observa con atención
una hoja de papel que cuelga, con una precaria pinza de aluminio, de
una cuerda que bien podría acoger la última colada de un concurrido
hogar. Lápiz en mano, anota los detalles que, con impecable caligrafía,
dibujan el perfil de un hombre que, entre miles de pliegos, ha captado
su atención. 33 años, 1,70 metros de altura, 63 kilos y medio, dueño de
una propiedad, divorciado y sin hijos. La única pega: su salario. Los
800 dólares que ingresa cada mes parecen insuficientes para vivir
desahogadamente en Shanghai. No importa -piensa Liu-, su sobrina tiene
un buen trabajo.
Es una escena repetida diariamente en esta suerte de
'mercadillo' marital en el que, cada fin de semana se agolpan decenas de
madres, padres o, como es el caso, tíos interesados en poner fin a la
soltería de sus vástagos, tan incómoda y malmirada entre la conservadora
sociedad china. El 'matchmaking', como se conoce tan peculiar mercadeo,
constituye una de las tradiciones más arraigadas en los últimos años y
pervive, pese al apogeo de las redes sociales, como la forma elegida por
buena parte de las familias que residen en las grandes urbes de la
potencia oriental para dar con el compañero conyugal más conveniente
para los jóvenes herederos.
Liu es un veterano del 'matchmaking'. Aquí encontró a la
que es su esposa desde hace algo más de un año. “Mide 1,69 metros de
altura y es tan bella como una estrella de cine”, afirma con orgullo.
“Estaba ansioso por conocerla desde que la vi en los paneles”. Las
últimas generaciones, nacidas en una China inmersa en la histeria
capitalista, tienen que complementar una dedicación intensiva a la
formación y el progreso profesional con la formación de una familia que
garantice la continuidad de la estirpe, residuo ancestral de la
tradición china que permanece arraigado con fuerza en pleno siglo XXI.
Exceso de mujeres
Ante las dificultades para compaginar el éxito laboral y conyugal, Shaghai acoge desde 2004 la 'Convención del Amor y el Matrimonio', donde cada año buscan a su 'media naranja' más de 18.000 jóvenes chinos. Su impulsor, Li Song, que además dirige un destacado portal de citas por internet, justifica el evento. “Muchos de los niños nacidos después de 1980 no tienen hermanos, por lo que no aprenden a relacionarse con el sexo opuesto”, afirma.
Los organizadores de este insólito 'rastro del amor' salvan
las particularidades sociológicas de la ciudad más grande de China a
través de un marco normativo peculiar. Ellos pueden participar
gratuitamente con el único requisito de haber nacido a partir de 1970.
Para ellas hay más restricciones. Además de la cuota de 500 dólares que
exige su inscripción, no pueden superar los 33 años de edad.
La razón estriba en que, pese a que en el grueso del país
la población masculina triplica la femenina, las féminas solteras de
Shanghai son multitud. La mayoría ronda los 27 años, tiene estudios
superiores y “un alto grado de exigencia”, afirma Li. La mayoría de los
varones se concentra en áreas rurales y huye de este tipo de encuentros
sociales.
El 'mercado del amor' también acoge a los expatriados. La
distancia no supone un problema cuando se trata de perpetuar el apellido
familiar. Junto a estos paneles se ve a una mujer de mediana edad que
sostiene un folio con el perfil de su hija, empresaria de 36 años
residente en Toronto. “No puedo dar mi nombre porque no quiero que mi
hija se entere de esto”, advierte. “Sólo quiero encontrar a un hombre
con un trabajo estable, que sea tolerante y abierto de mente”.
Cualidades que a buen seguro encontrará entre las miles de hojas que
esperan con impaciencia una historia de amor con final feliz.